Todos nos hemos visto atrapados alguna vez por esa fuerza abrumadora, incomprendida, apoteósica que llamamos «magia». La magia, si bien hoy es concebida por muchos científicos como aquellos preceptos y leyes naturales que todavía escapan a nuestra conciencia, no deja de despertar en nosotros un interés primario, sobrenatural.
La magia, como hoy la conocemos, ha sido el foco de atención de muchas novelas y películas a lo largo del siglo XX y su influencia no parece poder acabarse pronto. Libros como Harry Potter y la Piedra Filosofal, Las Crónicas de Shannara o El Emisario, nos hablan del poder de la magia para realizar proezas inimaginables.

Pero si hay algo que todos podemos ponernos de acuerdo, es que para describir los mundos o realidades donde la magia existe y se expresa diariamente, no existen reglas grabadas en tablas de la ley.
Todos los mundos en los que la magia se expresa presentan características únicas que nacen tanto de la mente del autor como del saber colectivo, los cuentos, las leyendas, la mitología.
Quizás pudiera decirse que, como especie, deseamos que la magia exista de verdad para poder imaginarnos mundos más allá del nuestro. Sí, ya sé lo que muchos dirán –¡la magia está ahí! ¡eleva tu conciencia!– si bien no tengo argumentos irrefutables en contra de la presencia de la magia en este mundo, me considero a mí mismo como un tanto escéptico de que la energía del universo se encuentre al alcance de todos y cada uno.
Me contento con pensar que la energía, si bien algunas veces la sentimos tan presente como si hubiera tomado forma a nuestro lado, muchas otras veces resulta esquiva y sus misterios no pueden desentrañarse con facilidad.
Por esta razón, es que he decidido tratar la magia y las experiencias místicas con mucho cuidado en mi libro «El hombre encerrado: Cuentos de Juan Pretor», aún a sabiendas de que en él existen personajes extraídos de la fantasía.
Como autor, creo que tengo el derecho a desentrañar las reglas de la magia por mí mismo, y darle su justo valor cuando la situación lo amerita y sea necesaria. No obstante, alabo a aquellos autores que hacen de la magia su materia prima cotidiana para hilar sus historias. Creo que es un gran reto a la vez que una aventura incierta.
Para todos aquellos que adoran la magia, así como para los escritores que se debaten en utilizarla, les digo: háganlo. Inventen su propio mundo, sus propias reglas. Todo lo demás llegará con el tiempo.
Hasta el próximo encuentro. Vivid, gozad y sed felices. Y sobre todo leed. Leed mucho.